SOR ANA DOROTEA DE AUSTRIA Y LA EXALTACIÓN DE LAS MUJERES FUERTES (II)*

– El retablo de la Virgen de Guadalupe: Un voto inmaculista.

Es en este contexto de excepcionalidad, como es la presencia de Sor Ana en la vida conventual de las Descalzas, en el que debe entenderse la voluntad de erigir una obra que conectara el papel desempeñado por el monasterio en la Corte madrileña, así como el que la propia monja estaba ejerciendo. Así puede comprenderse el encargo del retablo para el claustro alto. Calificado como la obra más espectacular de Herrera Barnuevo está realizado en 1653. El artista madrileño se encargó de realizar las trazas del retablo, las pinturas y también la escultura de la titular de la capilla, que se perdió en el siglo XIX. Supuestamente está ocupando el mismo sitio donde fundara la archiduquesa Sor Margarita de la Cruz una primera capilla bajo esta misma advocación de la Virgen de Guadalupe[1]. Del proceso especulativo de Barnuevo nos han quedado numerosos dibujos preparatorios para las pinturas.

Sebastián de Herrera Barnuevo. Retablo de la Virgen de Guadalupe. Claustro alto de las Descalzas Reales de Madrid. Foto: Patrimonio Nacional.

Formalmente el retablo destaca por el hecho único de presentar pinturas realizadas sobre superficies de espejos. Éstas tienen un complejo programa iconográfico[2]. Éste se relaciona con el intento de la orden franciscana y de la monarquía hispánica de obtener el reconocimiento pontificio del dogma de la Inmaculada Concepción. Este asunto enfrentó en Roma, en acalorados debates, a miembros de órdenes religiosas y adoptó un tinte político al hacerse los monarcas españoles defensores del dogma. El Papa Inocencio X, conocido filoespañol, se vio obligado a prohibir el uso del término Inmaculada Concepción en un Breve pontificio de 1644 para aplacar tan acalorado debate, por lo que se buscó una advocación mariana como la Virgen de Guadalupe para enmascarar la verdadera idea del encargo: un voto inmaculista.

Sor Margarita de la Cruz jugará un papel fundamental dentro del ambiente de la corte de Madrid para promover el movimiento inmaculista. Debió ejercer su influencia de forma directa y contundente ya que uno de los miembros de la embajada especial enviada a Roma por Felipe III para conseguir la declaración del dogma Inmaculista, va a ser Fray Juanetín Niño, el confesor de la propia Sor Margarita. A la muerte de Felipe III, su hijo y sucesor, Felipe IV seguirá en el mismo empeño y el 19 de noviembre de 1621 se juró en la Capilla Real del Alcázar de Madrid el voto del reino a la concepción purísima de María[3]. Así, junto con el culto al Santísimo Sacramento, la Inmaculada Concepción de María va a ser el otro gran pilar de la llamada Pietas Austriaca, y el monasterio de las Descalzas Reales se convertirá en uno de los más importantes centros inmaculistas.

Para muchos, la Inmaculada Concepción de María, es una advocación más, una eminentemente hispana por la voluntad de instituciones civiles y religiosas que durante siglos hicieron voto perpetuo de defender esta idea como dogma. Gran parte puede pensar que es una referencia a la virginidad perpetua de la Madre de Dios, pero realmente el dogma inmaculista es mucho más complejo que esto. Es fruto de las disertaciones de la escolástica en la Edad Media y ha sido fruto de controversias y hasta disputas violentas entre sus defensores y detractores. Los primeros encabezados por Franciscanos y posteriormente por Jesuitas, ardientes defensores de este dogma centraban su defensa en los textos de Juan Duns Scotus (Duns, Escocia, 1266 –Colonia, Alemania, 1308). Entre los detractores destacan la orden de los Dominicos, con una base teológica más erudita que hace que su principal filósofo Tomás de Aquino (Roccasecca,Italia, 1224/1225 – Abadía de Fossanova, 1274) rechace este concepto: “Dios puede haberlo hecho, pero no es conveniente (apropiado…), no era necesario que en la descendencia concebida la santidad fuese algo inmediato… por ella no se concedió ni a la Bienaventurada Virgen ni a nadie que no fuese Cristo”[4].

Alonso Cano. Inmaculada Concepción. Colección particular.

La Inmaculada Concepción no tuvo forma de dogma de fe hasta que el 8 de diciembre de 1854 con la bula “Ineffabilis Deus”, cuando el papa Pío IX proclamó que María “En el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Jesucristo, el Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original”[5]. Es decir, que María estaba en la mente de Dios antes de todos los tiempos, y su concepción por tanto estaba ajena al resto de la humanidad que llevamos el pecado original transmitido por nuestros padres en el acto de concupiscencia de la concepción. Si el dogma es complejo y profundamente intelectual, ¿cómo se puede plasmar en una imagen?

La creación iconográfica del tema de la Inmaculada es compleja y larga, no se define claramente el modelo hasta el siglo XVII y en esta creación tiene un especial papel los artistas hispanos, pues debían dar una serie de imágenes para todas las capillas, conventos, fundaciones, votos y demás ámbitos dedicados a esta advocación mariana[6].

La idea originaria del dogma inmaculista estaría en la Iglesia griega en la Alta Edad Media, vinculado a los comentarios de un evangelio apócrifo, el llamado Protoevangelio de Santiago, que cuenta el relato de la concepción de la Virgen de forma milagrosa cuando sus padres Ana y Joaquín ya son ancianos y no esperaban tener descendencia. De este pasaje deriva la representación iconográfica más antigua de la concepción, el Abrazo en la Puerta Dorada de Jerusalén, modelo utilizado fundamentalmente en la Edad Media y hasta el siglo XV. Durante el siglo XVI se perfilará una de las representaciones que luego se asociará a la Inmaculada Concepción, el de la Tota pulchra, María rodeada de los símbolos de la letanía lauretana siendo coronada por Dios Padre o por la Trinidad[7]. A esta imagen se le asociará también la imagen de la mujer del apocalipsis: “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas en su cabeza”[8].


[*] Este texto es la continuación del artículo del mismo nombre publicado en el blog (ver aquí) y que recoge la aportación al libro Las mujeres y las artes. Mecenas, artistas, emprendedoras, coleccionistas, editado por Beatriz Blasco, Jonathan Jair López y Sergio Ramiro y publicado por Abada editores (ver aquí). La primera parte del texto se publicó como artículo en este blog (ver aquí)

[1] García Hidalgo villena, Cipriano, “Espejo de Justicia, un retablo Inmaculista en las Descalzas Reales” en investigart.wordpress.com publicado el 3 de noviembre de 2014 [https://investigart.wordpress.com/2014/11/03/espejo-de-justicia-un-retablo-inmaculista-en-las-descalzas-reales/ consultado el 22/01/2019].

[2] Siempre se ha pensado que, por su complejidad, el programa iconográfico debió serle suministrado por un teólogo, ver Wethey, Harold E. y Sunderland Wethey, Alice, “Herrera Barnuevo y su capilla de las Descalzas Reales” en Reales Sitios, nº 13 (1967), pp. 12-21 y Sebastián, Santiago, Contrarreforma y Barroco, Madrid, Alianza Forma, 1985, p. 226.

[3] González Palencia, Ángel (ed.), Noticias de Madrid 1621-1627, Artes Gráficas Municipales, Madrid, 1942, p. 15.

[4] Citado por Stratton, Suzanne, “La Inmaculada Concepción en el arte español” en Cuadernos de Arte e Iconografía, Tomo I, nº 2 (1988), [http://www.fuesp.com/pdfs_revistas/cai/2/cai-2-1.pdf consultado el 5/12/2018].

[5] Citada por Bastero, Juan Luis, “La Inmaculada Concepción en los siglos XIX y XX” en AHIg, 13 (2004), p. 79 y ss.

[6] García Hidalgo Villena, Cipriano, “Sobre la iconografía de la Inmaculada Concepción” en cipripedia.com publicado el 9 de diciembre de 2016 [https://cipripedia.com/2016/12/09/sobre-la-iconografia-de-la-inmaculada-concepcion/ consultado el 22/01/2019].

[7] La Letanía Lauretana es una recopilación de metáforas sacadas de textos sagrados, fundamentalmente del Cantar de los Cantares del Antiguo Testamento que se utilizaba como medio de oración, basado en la repetición constante. Es una adaptación de las oraciones antiguas hebreas y existen varias recopilaciones de este tipo, como las Letanías Mayores compuestas en el siglo VI por San Gregorio Magno. Esta recopilación denominada Lauretana proviene del santuario italiano de Loreto y fue aprobada por Sixto V en 1587 para toda la Iglesia. Para saber más: Peinado Guzmán, José Antonio, “Simbología de las Letanías Lauretanas y su casuística en el Arzobispado de Granada” en Lecciones barrocas “Aunando miradas”, 2015, pp. 159-160.

[8] Apocalipsis, 12, 1.

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