En las inmediaciones de la madrileña Puerta del Sol subsiste casi milagrosamente el Monasterio de Nuestra Señora de la Consolación de Madrid de monjas franciscanas o clarisas. Fundado por la hija de Carlos I: la Infanta Juana de Austria, en el palacio que fuera del contador de Castilla Alonso Gutiérrez, lugar donde había nacido la propia Infanta[1]. La fundadora encargó a monjas provenientes del monasterio de Santa Clara de Gandía la organización del mismo según la regla clarisa reformada por Santa Coletta Beulatt, que se caracterizaba por una vuelta a la austeridad primitiva de la orden conventual.
Este monasterio pronto comenzó a popularizarse con el nombre común de Descalzas Reales. Éste se va a configurar, además de como fundación piadosa, como lugar de retiro de mujeres ilustres de la dinastía reinante, dándose el caso de que algunas llegarán a profesar como monjas. La emperatriz María y su hija la archiduquesa Margarita, monja profesa bajo en nombre de Sor Margarita de la Cruz, serán un excelente ejemplo.
Cuando profesaba como monja alguna hija, por lo general ilegítimas, de un personaje vinculado a la dinastía reinante, solían entregar al monasterio, como parte de su dote, algún tipo de obra artística de valor, por lo que pronto perderá la supuesta rigidez de la regla coleta o descalza y se irá transformando en un palacio suntuosamente ornado. Es por ello que en la actualidad se ha transformado en un rico museo con una cantidad inigualable de obras de arte emplazadas, por fortuna, en el sitio original para el que fueron realizadas.

Una de las damas que profesará como monja será la hija ilegítima del emperador austríaco Rodolfo II: Ana Dorotea, marquesa de Austria, que adoptará el nombre de Sor Ana Dorotea de la Concepción[2]. Con parte de la herencia recibida por su padre, Sor Ana costeará una obra única: el Retablo de Nuestra Señora de Guadalupe, en el claustro alto del convento. Obra ideada y ejecutada por el artista barroco madrileño Sebastián de Herrera Barnuevo, uno de los mejores exponentes del barroco pleno madrileño[3].

–Ana Dorotea de la Concepción en las Descalzas Reales.
Sor Ana Dorotea nació en Viena en torno a 1611. Era hija ilegítima del Emperador Rodolfo II y de Catalina Strada, hija del pintor Ottavio Strada y nieta de Jacopo Strada. Fue la quinta de los seis hijos habidos por la pareja. Ya había ingresado en un convento en Viena, pero parece ser que por petición de su tía Sor Margarita de Austria, se inicia su traslado a Madrid. Un viaje no carente de riesgos y que estuvo a punto de costarle la vida en el Mediterráneo, al ser arrojada al mar para no ser presa de piratas tunecinos y ser finalmente rescatada por pescadores catalanes:

“Al tiempo que se avía de executar su jornada para esta Corte, por estar poco segura la Italia, y arder el Norte en viva guerra, pareció más conveniente, que viniera desconocida, acompañada de pocos criados, aunque los bastantes para su regalo, y servicio; pero ocultando siempre las demostraciones que pudiessen dar a conocer su grandeza. Con este dissimulo partió de Viena, y passó por Alemania, y por la Italia hasta llegar a Genova, donde se embarcó, y navegó la Costa de Italia, Francia, y el Golfo, hasta dar vista a España con felicidad; pero en breve les sobresaltó una Esquadra de Galeras de Turcos, que puso a todos en tanto aprieto, que temieron ser presa, y destrozo de los Infieles. El cabo de las Galeras, donde venia esta Real Persona, pareciéndole que esta niña avía de ser despojo de los Barbaros, se resolvió de echarla al Mar, parecindole menos mal, que pereciesse en las ondas, que exponerla a fracaso tan indigno. Pero o gran Dios! (que oyó las oraciones que la señora Infanta Sor Margarita de la Cruz le ofrecía por este trabajo de su Sobrina) en un instante la libró deste peligro con otro, porque movió los vientos con tanta braveza, y furia, que se dieron unas de otras las Galeras, y esta niña quedó libre de tan evidente peligro. Pero o dolor de nuestra inocente niña! Creció la tempestad, y con ella el riesgo, de suerte, que fue preciso desaparejar la Galera en que venía, y llevandola las ondas de una a otra parte, por tener ya roto el árbol mayor, los golpes del Mar abrieron los cstados de calidad, que hazía más agua de la que la diligencia humana podía despedir. Con esta lastima, y llena de lamentables suspiros, y sentimientos la desconsolada Princesa, fue llevada de la furia de los vientos a la Costa de Barcelona, donde la favoreció Dios, entre otros muchos Barcos, que salieron al socorro, con uno de un criado, que avía sido de su Padre el señor Emperador Rodolfo, el qual saltó en la Galera, cogió a la desconsolada niña, y llevandola consigo, se arrojó de la Galera al Barco, y con este piadoso atrevimiento, la libró de tan notorio riesgo y la puso en Barcelona”[4].
Díaz, Francisco, Exemplar religioso, propuesto en las funerales exequias, que el gravissimo, y real convento de Nuestra Señora de la Consolación, de Señoras, Deslcalças Franciscas, hizo por la muerte de la Excelentissima señora Soror Ana Dorotea de la Concepción, Marquesa de Austria…, Madrid, 1694
Su llegada a Madrid se produce en diciembre de 1622 y está recogida en un documento de la época:
“A 30, entró en esta Corte Doña Dorotea de Austria, para monja de las Descalzas Reales. Entró en coche, y con ella las condesas de Olivares y de Monterrey, y la marquesa del Carpio y de Alcañizas. Apeóse en las Descalzas, donde la estaba esperando sus Majestades y Altezas”[5].
González Palencia, Ángel (ed.), Noticias de Madrid 1621-1627
El cortejo entró en la Villa desde la quinta del Condestable de Castilla y entre las personalidades que la acompañaron, además de las citadas por la noticia, estaría también el embajador Khevenhüller, con el que mantendrá una estrecha relación y que es fundamental para entender los lazos entre las dos ramas de la dinastía, tanto la austríaca como la española[6].
Ana Dorotea de Austria profesó como monja el 16 de agosto de 1628, con diecisiete años, tomando como nombre Sor Ana Dorotea de la Concepción, toda una declaración de intenciones que explica bien una de las motivaciones para el encargo del retablo de la Virgen de Guadalupe. La profesora Vanesa Cruz Medina cuenta que en esta ceremonia asisten entre otros el embajador Khevenhüller y el nuncio papal Giovanni Battista Panphilij (luego papa Inocencio X)[7].
En sus primeros años en el convento estará bajo la tutela de su tía, que se encargará de su educación y formación, de tal manera que la joven novicia pasará a asistir a su tía en la redacción y lectura de la correspondencia[8]. Tras la muerte de Sor Margarita, seguirá con un papel activo dentro de la comunidad conventual y mantendrá también la relación con la Corte y una abundantísima correspondencia con las grandes personalidades de su momento, principalmente con los Pontífices romanos[9].

Ese estatus especial dentro del convento y la relajación o exención de la regla monástica que se hacía con las mujeres profesas de la casa de Austria es palpable en la documentación de la época en asuntos que podrían parecer tan banales como la provisión de productos frescos para su alimentación de forma análoga a cualquier otra persona de la Familia Real[10], así como en las disposiciones escritas por Felipe IV para que pudieran contar con recursos propios y poder dar audiencias, que fueron aceptadas inmediatamente por las autoridades de la orden:
“Por virtud de las presentes conçedemos licencia a la Excelentísima Señora Sor Ana Dorotea, Religiosa de nuestro Monasterio de las Descalzas Reales de la Villa de Madrid, para que siempre que fuere servida pueda confesar, dar audiençias, y hablar por la grada y ventanilla que está a las espaldas del Altar Mayor, de la qual podrá tener llave en su poder para el exercicio de dichos ministerios. Y mandamos a la Madre Abadessa que del presente es, o por tiempo que fuere no ponga impedimento alguno en este nuestro orden y mandato. Madrid, 10 de abril de 1656”[11].
Felipe IV.

La marquesa de Austria tuvo a su disposición una importante suma de dinero, procedente de la herencia de su padre, con la que no sólo sufragará la construcción del retablo que nos ocupa, sino que además también servirá para dar conclusión a la espectacular pintura de quadratura de la escalera del convento, como reza en la inscripción[12].

La documentación de la época, principalmente la correspondencia que estableció con personajes ilustres y familiares, nos perfilan una imagen de cómo debió ser la vida conventual de esta monja, que lejos queda de la estampa que de ella quisieron dar sus biógrafos, especialmente Fray Francisco Díaz, confesor de la comunidad, al que se le encargó redactar el discurso fúnebre para sus exequias y en las que va a destacar una vida retirada: “Faltó […] aquella Heroyna Ilustre, que este Serafico taller del espíritu, pudo servir de animada idea para formar virtuosas”[13]. Este panegírico funerario seguramente se compuso con la intención de recoger testimonio para abrir una posible causa de beatificación:
“Apoya la piedad desta congetura una noticia, que participó a esta Santa comunidad un Religioso Italiano, Cayetano de professión, varón de exemplarissima vida, llamado P. Marcelo de Aponte. Este padre dixo, que en espíritu avía visto a María Santíssima, que debaxo de su glorioso manto amparaba a muchas personas de todos los estados, y sexos; y entre ellas vió a una niña, que por entonces no conoció. Después vino a España, y a esta Corte este Religioso, y aviendo entrado en este Convento, y visto a la Señora Soror Ana Dorotea, conoció era la misma que se le vía manifestado amparada del manto de Maria Santíssima”[14].
Díaz, Francisco, Exemplar religioso…
Pero sin lugar a duda el pasaje en el que Díaz dibuja un perfil de monja perfecta es en el siguiente:
“Con esta discretísima cautela vivió siempre la espiritual mirra de nuestra Madre Soror Ana Dorotea, procurando esconderse, y retirarse de toda humana comunicación, porque trabajó mucho en ser toda interior, y exterior nada; y lo llegó a conseguir con tanta felicidad de espíritu, que llegó a estado, que ni el trato con las criaturas la divertía, ni las conversaciones con sus Hermanas la embaraçaban los empleos de su interior. Y aunque esto, por estar ya en edad crecida, las parecía provenía de su debilidad, y flaqueza de capacidad; pero en la verdad no era assi, sino estar tan ocupada, y posseída de Dios, que no percibía nada de lo que passaba por acá fuera”[15].
Díaz, Francisco, Exemplar religioso…

[*] El siguiente texto es parte del trabajo presentado al II Seminario Internacional Las Mujeres y las Artes en la Edad Moderna organizado por el grupo de investigación Femenino Singular y celebrado en enero de 2019. El texto ha salido publicado en el libro Las mujeres y las artes. Mecenas, artistas, emprendedoras, coleccionistas, editado por Beatriz Blasco, Jonathan Jair López y Sergio Ramiro y publicado por Abada editores (ver aquí). Quiero agradecer a Elena Campos Alguacil y Gloria Martínez Leiva las sugerencias e ideas aportadas en la redacción de este texto.
[1] Para un acercamiento a la historia de esta fundación ver: Sánchez Hernández, María Leticia, Patronato regio y órdenes religiosas femeninas en el Madrid de los Austrias: Descalzas Reales, encarnación y Santa Isabel, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1997, García Sanz, Ana (Coord.), Las Descalzas Reales: orígenes de una comunidad religiosa en el s. XVI, Madrid, Patrimonio Nacional y Fundación Caja Madrid, 2010 y Toajas Roger, María Ángeles, «Palacios ocultos: las Descalzas Reales de Madrid», en: García García, Bernardo J. (ed.), Félix Austria. Lazos familiares, cultura política y mecenazgo artístico entre las cortes de los Habsburgo. Madrid, Fundación Carlos de Amberes, 2016, pp. 327-374.
[2] Sobre este personaje destacan estos estudios que incluyen toda la bibliografía anterior: Cruz Medina, Vanesa de, “An Illegitimate Habsburg: Sor Ana Dorotea de la Concepción, Marquise of Austria”, en Cruz, Anne J. y Stampino, María Galli (eds.), Early Modern Habsburg Women. Transnational Contexts, Cultural Conflicts, Dynastic Continuities, Ashgate Publising Ltd., 2013, pp. 102-117 y Martínez López, Rocío, “Sor Mariana de la Cruz y Sor Ana Dorotea de Austria: el poder de las Religiosas Habsburgo de las Descalzas Reales de Madrid” en López Calderón, C., Fernández Valle, Mª. A., Rodríguez Moya, Mª. I. (coords.) Barroco iberoamericano: identidades culturales de un imperio, Vol. I, Santiago de Compostela, Andavira Editora, 2013, pp. 165-180.
[3] Para el estudio de Barnuevo ver: Díaz García, Abraham, “Sebastián de Herrera Barnuevo (1619-1671). Obra pictórica”, en Cuadernos de Arte e Iconografía, 37 (2010) y García Hidalgo Villena, Cipriano, “El descubrimiento de Jacopo Tintoretto en la pintura barroca madrileña. El caso de Sebastián de Herrera Barnuevo” en Rodríguez Miranda, María del Amor y Peinado Guzmán, José Antonio (coords.), El Barroco: universo de experiencias, Córdoba, Asociación Hurtado Izquierdo, 2017, pp. 387-406, donde se recoge toda la bibliografía anterior.
[4] Díaz, Francisco, Exemplar religioso, propuesto en las funerales exequias, que el gravissimo, y real convento de Nuestra Señora de la Consolación, de Señoras, Deslcalças Franciscas, hizo por la muerte de la Excelentissima señora Soror Ana Dorotea de la Concepción, Marquesa de Austria…, Madrid, 1694, pp. 23-25. Esta historia también la se cita en: Vilacoba Ramos, Karen María, El monasterio de las Descalzas Reales y sus confesores en la Edad Moderna, Visión Libros, Madrid, 2013, p. 158.
[5] González Palencia, Ángel (ed.), Noticias de Madrid 1621-1627, Artes Gráficas Municipales, Madrid, 1942, p. 44.
[6] Cruz Medina, Op cit., p. 102.
[7] Íbidem, p.104.
[8] Para comprender la importancia política de Sor Margarita de la Cruz y del propio monasterio de las Descalzas Reales ver Sánchez, Magdalena S., The Empress, the Queen, and the Nun. Women and Power at the Court of Philip III of Spain, Baltimore y Londres, The Johns Hopkins University Press, 1998.
[9] Ver Mitchell, Silvia, Cruz, Vanessa de y Coolidge, Grace E., “Royal and Aristocratic Networks in Habsburg Europe: Workshop Readings”, en Attending to Early Modern Women. Remapping Routes and Spaces,congreso celebrado en la Universidad de Wisconsin Milwaukee los días 21-23 de junio de 2013, [http://www.4.uwm.edu/letsci/conferences/atw2012/program.cfm consultado el 17/01/2019].
[10] Sirva de ejemplo este documento del Libro de alcaldes de 1650, fol. 78: “Don Gaspar de Halcón, caballero de la Orden de Alcántara, Señor de la Villa de Próculo y Regidor Perpetuo de esta de Madrid, a quien por Decreto de S. M. toca y pertenece el servicio y regalo de mis señoras Sor Ana Dorotea, Marquesa de Austria, y Doña Mariana de Austria, Religiosas en el Real Convento de las Descalzas, digo: Que en los repartimientos que hacen en el Peso Mayor y Peso Real de esta Corte está en costumbre se les dé parte, así pescados frescos, frutas y legumbres y otros repartimientos tocantes al dicho Peso Real y Repeso Mayor, según como se da para la Casa Real de S. M.” citado por Herrero García, M., “Tríptico madrileño. La Plaza Mayor de Madrid, los vecinos de la Plaza Mayor y la entrada de María Luisa de Orleans” en Revista de la biblioteca, archivo y museo, 67 (1954), p. 140.
[11]AGP, Descalzas Reales, caja 13, exp. 13, fol. 3 citado por Cruz Medina, Op. Cit., p. 107, ver también: Vilacoba, Op. Cit., pp. 163 y ss. y Martínez López. Op. Cit., p. 171.
[12] Ver Morán Turina, Miguel, “La escalera del monasterio de las Descalzas Reales de Madrid” en Pinturas murales de la escalera principal. Monasterio de las Descalzas Reales, Madrid, 2010, pp. 39-54.
[13] Díaz, Francisco, Op. Cit, p. 2. En la introducción de este texto el autor vincula la fecha de la muerte de Sor Ana Dorotea, la festividad de la Asunción de la Virgen, con una señal de la devoción mariana de ésta.
[14] Ibidem, pp. 15-16.
[15] Íbidem, pp. 44-45, también citado por Cruz Medina, Op. Cit., p. 106.
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