El antiguo Ayuntamiento de Madrid es un edificio prototípico de la arquitectura cortesana de la Edad Moderna, ocupa el lugar donde estuvo el Palacio de Juan de Acuña, marqués de Vallcerrato[1], adquirido en 1619 para albergar al concejo de la Villa. Con anterioridad, las reuniones del concejo se producían en una sala modesta en el atrio de la antigua iglesia del Salvador, lugar que se mantuvo hasta 1599, cuando se derribó el pórtico de la iglesia para dar anchura a la calle Mayor con motivo de la entrada a Madrid de Doña Margarita de Austria[2]. El proyecto fue encargado al que ostentaba el título de Maestro Mayor de la Villa de Madrid, Juan Gómez de Mora, y el inicio de las obras se produce en 1629. Las obras se dilataron en el tiempo y el plan de Gómez de Mora se mantuvo en lo esencial, aunque con importantes cambios en la escalera, patio y portadas del edificio. De tal manera que el edificio supone en la Plaza de la Villa, un telón de fondo de un escenario urbano[3]. Con gran protagonismo de los balcones, tanto de la fachada como de la calle Mayor, que tenían un protagonismo esencial en todas las celebraciones, tanto cortesanas como religiosas, que transitaban por la calle Mayor.

Tras la muerte de Gómez de Mora, las obras en el Ayuntamiento continuaron siguiendo trazas de José de Villarreal entre 1648 y 1662, continuándose luego bajo las trazas de Bartolomé Hurtado entre 1662 y 1670[4]. Es difícil dilucidar el papel de estas intervenciones, que debieron ceñirse al plan dejado por Gómez de Mora, pero al que evidentemente le tuvo que aplicar ciertas modificaciones en las soluciones ornamentales más barroquizantes. El año 1656 el grueso del edificio debía de estar concluido, pues ese año la reina Mariana de Austria acudió a los balcones de la Casa de la Villa para ver desde allí la procesión del Corpus[5]. Aún así faltaban por concluir el patio interior, el cuerpo de las torres y las portadas de acceso[6].

En 1690, coincidiendo con la entrada en la Villa de la segunda esposa de Carlos II, Mariana de Neoburgo, el ayuntamiento emprende la terminación de su Casa de la Villa, por la ruina que padecía la casa especialmente en el zaguán y las escaleras, que habían tenido que ser apuntaladas para evitar males mayores[7]. Estas obras serán acometidas por Teodoro Ardemans y tras finalizarlas el Ayuntamiento se decide a concluir definitivamente el edificio. Ardemans concursará con un proyecto de portada que conocemos gracias a la traza conservada en colección privada. El proyecto tuvo que modificarse y se reducirá en parte el desarrollo decorativo del mismo por la escasez de medios, pero el resultado sigue, en lo esencial, el proyecto de Ardemans tanto en sus líneas estructurales como en el vigor de los elementos tectónicos[8].
En cuanto al patio, Ardemans presentó una traza que respetaba básicamente los planteamientos originales de Gómez de Mora, que quedaban patentes en la parte que había sido ya levantada. En 1691 presentará el pliego de condiciones en las que incluye en la obra, la terminación del patio, la cárcel y la capilla. Terminadas las obras del interior, se acometieron las torres, siguiendo también el proyecto del mismo arquitecto, que venía a dar el aspecto final actual al exterior del edificio, terminándose en 1692.
El resultado final es una combinación prototípica de la piedra berroqueña en el piso bajo, como gran basamento y el empleo de ladrillo de mocejón[9], combinado con piedra para los elementos decorativos, en el piso principal. El mejor ejemplo de eso que se ha venido en llamar arquitectura del Madrid de los Austrias, pero que no gustaba mucho al academicismo decimonónico. Comprobadlo con las palabras que le dedica Fernández de los Rios:
<<Debió construirse en el mismo siglo; tiene dos pisos, bajo y principal, decorado éste con frontispicios triangulares; a cada lado se levanta una torre cuadrada que termina en chapitel; las dos portadas fueron construidas posteriormente, con el mal gusto de la arquitectura de fines del siglo XVII o principios del XVIII. Las fachadas del S. y O. son de lo más irregular e indigno que puede darse; la del N., menos extensa que la principal, tiene también dos torres con un bello pórtico formado por seis columnas y dos pilastras dóricas de granito en el piso principal, sosteniendo una cornisa que ata con la general del edificio; esta columnata fue inventada y dirigida por D. Juan de Villanueva. En el interior hay un pequeño patio con pilastras, una ancha escalera y varias salas, entre ellas la de Columnas, asi llamada por dos que hay en el testero, y la modernamente habilitada para sesiones, que es la que corresponde a la columnata ya descrita; al dado de ella se encuentra el pequeño oratorio recientemente restaurado, cuyas bóvedas pintó al fresco Don Antonio Palomino, representando pasajes de la vida de S. Isidro y asuntos sagrados.
Todas las capitales de Europa, y aún ciudades y villas de España de una importancia subalterna, tienen edificios donde dignamente residen los ayuntamientos; Madrid tiene por palacio de la villa una mala casa colocada entren dos callejuelas con una plaza enfrente pequeña e irregular; no hay ministerio, ni apenas centro administrativo de cierta categoría cuyo alojamiento no aventaje a la llamada Casa de la Villa.
Nunca hemos pasado por delante del Hotel de Ville de Bruselas, por el Capitolio de Roma, por el palacio del Corregidor de Londres, o por el de los Concejos municipales que se está acabando de levantar en Lisboa, sin que nos acordemos avergonzados de la casa de Ayuntamiento madrileña. Tiene este abandono una explicación histórica dolorosamente lógica; el Municipio de Madrid no ha sido, desde la venida de la corte hasta nuestros días, más que una corporación servil, una especie de mayordomo a las órdenes del poder>>[10].
Entre las diferentes joyas artísticas que alberga el edificio cabe destacar la Venus que presidía la fuente de la Puerta del Sol, la Custodia de plata para el Corpus o el fantástico Calvario del pintor Francisco Rizi de Guevara, firmado y fechado en 1662. Este cuadro correspondería al altar principal del oratorio provisional instalado en la Casa de la Villa hasta la realización del actual[11]. Actualmente preside uno de los lados cortos del salón llamado “Goya”, llamado así por ser donde estaba situado el cuadro de la Alegoría de Madrid del pintor aragonés y que actualmente está en el Museo de Historia, colgando en el salón del Ayuntamiento una copia. Este salón, de amplias proporciones, da a la calle Mayor, por lo que sus balcones eran apropiados para ver pasar todas las comitivas, procesiones y festejos que hacían el itinerario oficial por esa calle. Conserva en gran medida la decoración de su techo, a base de roleos dorados y motivos heráldicos, que está muy en la línea de las decoraciones contemporáneas del Palacio del Buen Retiro, realizadas entorno a la década de 1630.
Pero indudablemente las decoraciones pictóricas más destacadas son las que realiza Antonio Palomino[12], El primer encargo realizado al pintor cordobés, fue la realización del techo del salón de sesiones, obra que todavía depende del modelo de la quadratura, o arquitecturas fingidas introducidas en la corte por Mitelli y Colonna (ver aquí). El gobierno municipal había abierto un concurso de ideas del que salió a la postre vencedor Palomino. Se conserva un boceto preparatorio de una de las pechinas que sostienen la estructura arquitectónica en la Biblioteca Nacional de Madrid. El concepto, aunque al gusto de Palomino, que añade elementos decorativos más barroquizantes que el modelo de los pintores boloñeses, debe todavía mucho de ellos, dando mucho protagonismo a la arquitectura y dejando un reducido espacio central para el elemento figurativo en su centro, siguiendo el ejemplo no lejano en el tiempo de Coello y Donoso en la Casa de la Panadería. El tema central es una alegoría de la monarquía, representada por la figura de Carlos II, que aparece en un medallón en el grupo central de figuras. Éstas representan, por un lado, a la Villa de Madrid, con una rodilla hincada en el suelo y actitud sumisa, que mira al medallón del rey, del que cuelga el Toisón de Oro. Le acompañan un águila y un león apoyados en la esfera terrestre, con símbolos del poder como la corona de laurel o la espada. Esta simbología era típica del lenguaje de exaltación monárquica, en especial de Carlos II (ver aquí). En la parte superior varias figuras aladas sostienen los escudos de Castilla y León y de la Villa de Madrid, además de laureles y palmas. En la filacteria se puede leer: <<Mantua sum. Tva spedero. Tva dicar oportet>>[13]. Completan la composición figuras femeninas de virtudes insertadas dentro de la arquitectura fingida.

La llegada pocos meses después del napolitano Luca Giordano, supuso un punto de inflexión en la evolución del lenguaje decorativo en la corte española[14], y precisamente es en las pinturas realizadas por el propio Palomino para el Oratorio de la Casa de la Villa, donde mejor se puede observar el cambio. Palomino entró a colaborar con Giordano, preparando colores y muros, en las pinturas que el italiano estaba realizando en El Escorial. El estilo del napolitano, difería bastante del modelo de la quadratura, ya que la pintura mural de Giordano estaba en la línea del barroco decorativo que había iniciado en Roma Pietro da Cortona, con rompimientos y figuras con valientes escorzos, reduciendo la máximo la referencia arquitectónica, que sirve sólo para justificar la perspectiva.

El encargo del oratorio, lo recibió en 1696. Tenía que dar unidad al espacio ocupado por tres antiguas dependencias contiguas que Ardemans había tenido que reorganizar como oratorio. Las tres salas comunican el salón Goya, con un pasillo que conduce al salón de plenos, ocupando el esquinazo de la calle Mayor con la plaza de la Villa, justo bajo una de las torres con chapitel. La función de las pinturas es exaltar a la monarquía y su voto de protección a la Inmaculada Concepción a la que se le añadirán temas propiamente madrileños.
Lo contamos con más detalle en el siguiente enlace:
Notas:
[1] Samalea, R.: Joyas de la clausura. Paseo por la arquitectura penitenciaria española a través de sus monumentos y memoria histórica. Primera parte: de la Ergástula a los arsenales, 2017, p. 144. [https://arquitecturapenitenciaria.org/wp-content/uploads/sites/2/2018/01/11NVilla.compressed.pdf consultado el 17/XII/2018]
[2] Tovar, M.: Juan Gomez de Mora, Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 1983, p. 134.
[3] Tovar (1983), op. cit., p. 135.
[4] Tovar (1975), op cit., p. 79 y 80.
[5] Tovar (1975), op. cit., p. 124.
[6] Blasco, B.: Teodoro Ardemans y su entorno en el cambio de siglo (1661-1726). Aspectos de la arquitectura y el urbanismo madrileños de Felipe II a Carlos III (tesis doctoral). Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1991, Tomo 1, p. 150.
[7] Blasco, op. Cit., p. 149.
[8] Blasco, op. Cit., p. 155.
[9] Tovar, V.: Los arquitectos madrileños de la segunda mitad del siglo XVII, Madrid, CSIC, 1975, p. 31.
[10] Fernández de los Ríos, A.: Guía de Madrid, manual del madrileño y del forastero, Madrid, Ilustración Española y Americana, 1876, pp. 246 y ss.
[11] Tormo, E.: Las iglesias de Madrid, Instituto de España, Valencia, Instituto de España, 1985. (1ª ed. Madrid, 1927), p. 105.
[12] Ver García Cueto, D.: “Tendencias de la pintura mural madrileña desde el inicio del reinado de Carlos II hasta la llegada de Luca Giordano” en Rodríguez G. de Ceballos, A.: Carlos II y el Arte de su tiempo, FUE, Madrid, 2013, p. 294-295. Y Gutiérrez Pla, C.: Pintura Mural de Antonio Palomino (1655-1726) p. 59 y ss. [www.centroelba.es>palomino-final consultado el 26/12/2018]
[13] “Mantua soy, tuya por siempre y es justo que así se proclame” la cita latina proviene de una adaptación que Palomino, pintor culto, hace de un verso de Ovidio, ver Gutiérrez Pla, C.: op. Cit., p. 62-63.
[14] García Cueto, D.: op. Cit., p. 295.
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