Dentro del ciclo del Nacimiento e Infancia de Cristo, uno de los episodios que se representa con cierta asiduidad pero que carece de claras referencias en los textos sagrados, es la Huida a Egipto, por ese motivo, se utilizan los textos de leyendas y evangelios apócrifos para ubicar esta escena.
La referencia canónica la tenemos en el siguiente texto:
<<Partido que hubieron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». Levantándose de noche, tomó al niño y a la madre y se retiró hacia Egipto, permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes, a fin de que se cumpliera lo que había pronunciado el Señor por su profeta, diciendo: «De Egipto llamé a mi hijo». Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se irritó sobre manera y mandó mataro a todos los niños que había en Belén y en sus términos de dos años para abajo, según el tiempo que con diligencia había inquirido de los magos. Entonces se cumplió la palabra del profeta Jeremías que dice: «Una voz se oye en Ramá, lamentación y gemido grande; es Raquel, que llora a sus hijos y rehusa ser consolada, porque no existen»>>.
Mateo, 2 -13-18
Con tan poca profusión de datos, los artistas debían recurrir a otras fuentes para dotar al tema de algo de enjundia. En la Edad Media se recurría frecuentemente a los textos de los evangelios apócrifos, costumbre que se perpetua en la Edad Moderna, y en este sentido va a ser el Pseuo Mateo el que nos proporcione una anécdota que aparecerá en los cuadros de esta temática:
<<Aconteció que, al tercer día de camino, María se sintió fatigada por la canícula del desierto. Y viendo una palmera, le dijo a José: «Quisiera descansar un poco a la sombra de ella». José a toda prisa la condujo hasta la palmera y la hizo descender del jumento. Y cuando María se sentó, miró hacia la copa de la palmera y la vio llena de frutos, y le dijo a José: «Me gustaría, si fuera posible, tomar algún fruto de esta palmera». Mas José le respondió: «Me admira el que digas esto, viendo lo alta que está la palmera, y el que pienses comer de sus frutos. A mí me preocupa más la escasez de agua, pues ya se acabó la que llevábamos en los odres y no queda más para saciarnos nosotros y abrevar a los jumentos»>>.
Evangelio del Pseudo Mateo, XX. 1 y 2.
Cuando yo era pequeño, mi abuela paterna, nos cantaba un romance de origen anónimo que contaba anécdotas sobre el viaje de la Sagrada Familia en su huida a Egipto. No recuerdo bien la letra, pero internet y su magia han hecho que la encuentre:
La Virgen y San José
caminan para Belén.
Como el camino es tan largo,
pide el Niño de beber.
Y, yendo más adelante,
hay un verde naranjuez
de naranjas y limones
que más no podía tener.
El labrador que lo guarda
es un ciego que no ve.-
Ciego, dame una naranja
para el niño entretener.
– Entre usted, señora, y coja
para el niño y para usted.
Mientras más cogía la Virgen
más echaba el naranjuez.
Y a la salida del huerto
empezaba el ciego a ver.
– ¿Quién ha sido esta señora
que me ha hecho tanto bien?
– Ha sido la Virgen pura
y el patriarca José.
Y yendo más adelante,
con un labrador se encuentran.
Le pregunta la Señora:
– Labrador, ¿qué es lo que siembras?
– Aquí estoy, señora,
sembrando estas piedras.
– Pues, si piedras siembras,
piedras se te vuelvan.
Fue tanta la multitud
que el Señor le dio de piedras
que se le puso aquel haza
que parecía una sierra.
Ese fue el castigo
que Dios le mandó,
por ser mal hablado,
a aquel labrador.
Y, yendo más adelante,
otro labrador se encuentran.
Le pregunta la Señora:
– Labrador, ¿qué es lo que siembras?
– Aquí estoy, señora,
sembrando este trigo
para que a otro año
ya esté florido.
– Pues ven mañana a segarlo
y no tengas detención
que esta fineza te hace
el Divino Redentor.
El labrador, muy contento,
a la noche fue a su casa,
contándole a su mujer
todito lo que le pasa.
Buscaron peones
y a otro día fueron
a segar el trigo
que ya estaba seco.
Estando segando el trigo,
cuatro hombres a caballo,
por una mujer y un niño
y un viejo van preguntando.
Y el labrador dijo:
«Cierto es que los vi,
sembrando este trigo,
pasar por aquí».
Rodearon los caballos,
que mil reniegos echaban,
porque no se les logró
el intento que llevaban.
El intento era
de cogerlos presos
y que el rey Herodes
lograra su intento.
Esta historia de los segadores podemos observarla en el cuadro de Joachim Patinir de ca. 1518-20 que se conserva en el Museo del Prado. En él podemos observar cómo en el lado derecho de la tabla aparece un gran campo de trigo en el que van a empezar a cosechar y unos soldados con alabardas, que seguramente recoge una versión similar a la del romance anteriormente citado.
Si nos fijamos bien en el detalle de la derecha de la tabla, podemos ver el campo de trigo maduro, listo para la siega. Mientras un campesino ha comenzado ya a segar, un grupo de soldados, del que vemos al primero y las alabardas del resto, aparecen en el campo. Seguramente para preguntar por la Sagrada Familia, según nos cuenta el romance. El campo de labor vecino a éste, está sin embargo, siendo sembrado, lo que vendría a completar la historia.
La Sagrada Familia está ya cerca de Egipto, al fondo a la izquierda, se puede ver una ciudad egipcia, tal y como se la figuraría un pintor neerlandés de principios del siglo XVI, con arquitecturas «antiguas», en este caso de tipo románico lombardo, con detalle del primer gótico. Sabemos que es una ciudad de Egipto, porque se ve un altar en el que se están haciendo sacrificios a un ídolo, lo que representaría la idea de la idolatría de los antiguos egipcios. El evangelio del Pseudo Mateo nos vuelve a dar la idea del origen de esta iconografía:
<<Y llenos de gozo y alegría, llegaron a los confines de Hermópolis. Entraron en una ciudad llamada Sotinen, y, no teniendo allí ningún conocido donde hospedarse, fueron a cobijarse en un templo llamado Capitolio de Egipto. En él había trescientos sesenta y cinco ídolos, a los que diariamente se tributaban honores divinos sacrílegamente.
Y aconteció que, al entrar María con el Niño en el templo, todos los ídolos se vinieron a tierra, quedando deshechos y reducidos a pedazos>>.
Evangelio de Pseudo-Mateo. XXII-XXII.
Junto a la Virgen están los restos del primer ídolo caído, sobre una esfera de pieda, se perciben los pies de una escultura dorada, uno de los ídolos que ha caído ante la presencia del Niño.
Aquí tenéis mi versión cantada del romance, en un claro homenaje a mi abuela y a las tradiciones orales:
¡¡¡Feliz 2023 para todos!!!!