Esta semana, especialmente el día 27 de enero, se celebra el día del conservador-restaurador y durante toda ella se está compartiendo en redes sociales trabajos de restauración bajo la etiqueta #WeekCR. Esta iniciativa la viene desarrollando ACRE (Asociación Profesional de Conservadores-Restauradores de España) para pedir el reconocimiento de la labor de los conservadores-restauradores y su regulación. Creo que es fundamental la labor de divulgación del trabajo asociado a la conservación del Patrimonio, además porque con estas intervenciones, se manifiesta de una forma tangible, que las etiquetas que empleamos en el ámbito académico o docente, como materias «de ciencias» y «de humanidades», en realidad están mucho más integradas de lo que parece y que a las personas con formación en Biología o Química, por ejemplo, tienen un papel fundamental en un museo.

Durante dos fines de semana consecutivos entre los días 20 y 28 de noviembre, el que aquí les escribe participó en un curso para docentes organizado por Enrique Pérez* del Área de Educación del Museo del Prado:
Las obras del Greco pintadas para el Santuario de la Caridad de Illescas fueron resguardadas en el contexto de la Guerra Civil en la caja fuerte del Banco de España, donde debido a la fuerte humedad, sufrieron grandes alteraciones en su soporte, pigmentos y barnices.
La exposición que muestra el Museo Nacional del Prado de estas obras del Greco es la ocasión perfecta para profundizar en estos procesos científicos, sobre todo biológicos y químicos vinculados a la conservación de la obra de arte. Uno de los objetivos de este curso es dar herramientas a los docentes para que puedan profundizar en el conocimiento de la relación entre determinados estudios del ámbito de la ciencia y el arte.
Esta aproximación, desde el estudio directo de la obra y la práctica, permitirá que los docentes puedan ampliar las expectativas de desarrollo profesional en los estudiantes, no solamente del ámbito de las humanidades sino también despertar vocaciones en aquellos más interesados en las disciplinas científicas.
Museo del Prado. Información sobre el Curso: Procesos biológicos, químicos e históricos en los Grecos de Illescas. Página web del Museo.


En el curso se pretendía dar a conocer a los docentes las labores de los departamentos técnicos del Museo, el trabajo que acompaña a las labores más conocidas de los restauradores y de los conservadores. En los estudios técnicos, entran en juego los materiales, los procesos químicos y biológicos que tienen lugar en la pintura. Hemos de recordar que los pigmentos tienen un comportamiento asociado a las reacciones químicas y que los materiales del soporte son orgánicos y por ello sufren una determinada degradación ante posibles alteraciones de sus condiciones de conservación.




Los cursos para docentes son fundamentales porque los profesores ejercemos como una correa de transmisión entre el Museo y sus posibilidades, por un lado y nuestro alumnado y sus intereses por otro. Por eso esta iniciativa es tan de aplaudir, ya que puede proporcionar a los docentes de materias que en un principio parecerían ajenas a la Historia del Arte, recursos para trabajar de forma multidisciplinar. Además el conocimiento y difusión de las técnicas asociadas a estos trabajos, ayudan a entender mejor los procesos propios de la Historia del Arte y cómo la técnica va en auxilio del historiador, otorgándole datos, en muchos casos irrefutables, sobre dataciones o sobre intervenciones.
El caso de los Grecos de Illescas, en ese sentido, es ejemplarizante pues su azarosa vida y las sucesivas intervenciones que han tenido que ser realizadas sobre estas pinturas del cretense, las transforman en un magnífico ejemplo para poder explicar, como bien rezaba en el título del curso, los procesos químicos, biológicos e históricos que hacen de este tipo de piezas, piezas con historia. La parte quizá más conocida de la historia es que en 1936 se mandó una nota al Museo del Prado para que reparase en la existencia de las obras del pintor de Candía, y que las pusieran a resguardo de la posible destrucción con los altercados e incendios en los templos al inicio de la contienda. Las autoridades pensaron que era buena idea guardarlos en la cámara acorazada del Banco de España. La humedad de la esa estancia causó la degradación evidente de la capa pictórica, que además fue fotografiada por la casa Hauser y Menet, así como todo el proceso de limpieza por parte de Jerónimo Seisdedos en 1938. Las fotografías fueron guardadas en la fototeca del IPCE y también en el archivo del Instituto Diego Velázquez del CSIC, de tal manera que podemos ver ese proceso.



Pero volvamos a la historia, el Greco recibió el encargo de realizar para la institución del Hospital de la Caridad, fundación del cardenal Cisneros, el cuadro que representaba a San Ildefonso escribiendo ante la imagen de la Virgen de la Caridad, talla que según la tradición era obra del propio San Lucas.

Parece que el cuadro de San Ildefonso es anterior al conjunto para el retablo mayor, y que en principio estaba pensado para el altar colateral, junto con unos desposorios de la Virgen que se perdieron en fecha incierta anterior a 1800.
El encargo del retablo mayor se contrataría en junio de 1603, y para este espacio, el pintor realizaría la Virgen de la Caridad, para el ático, y la Anunciación y la Natividad para los óculos de la parte superior, rematando la Coronación en la bóveda del Altar Mayor.





Parece que es en las pinturas del retablo principal, donde El Greco tiene problemas desde el principio con los administradores del hospital, pues en esa adaptación de la iconografía medieval de la Virgen de la Misericordia, acogiendo bajo su manto a los miembros de la Hermandad, los administradores vieron una obra indecorosa, al darle protagonismo a unos grandes cuellos de lechuguilla, que terminaron por llevar al pintor ante un pleito que acabó ganando el hospital. En la fotografías anteriores a la restauración es fácil reconocer cómo habían cambiado las lechuguillas por cuellos más pequeños.

En 1902 se produjo una reordenación del presbiterio, que supuso el cambio de las pinturas de lugar, la más afectada fue el lienzo de la Virgen, ya que se desplazó del ático a un retablo colateral:
«Se ha dorado por completo y tan ruinmente como ahora es costumbre, no solo la arquitectura, sino las estatuas, haciendo desaparecer el primitivo estofado; se han arrancado de los lunetos los lienzos circulares, para colgarlos en las paredes del presbiterio; se ha trasladado la Caridad del frontón -sustituyéndola por una flamante ñoñez- al altar lateral de la Epístola, donde, para amoldarla al marco, siendo este de medio punto, se ha tenido la osadía de añadir al lienzo más de treinta centímetros, por la parte alta; se han barnizado las telas, sin limpiarlas y sin atirantarlas; se han pintarrajeado ridículamente, lo mismo que los muros, las dos estatuas de profetas, que ocupan las hornacinas a los lados del retablo, y que son obra también del Greco (…) Mientras semejantes atrocidades puedan cometerse en 1902, y a las puertas de Madrid, no habrá motivo para indignarse de que los extranjeros quieran comprarnos El entierro del conde de Orgaz».
Manuel Bartolomé Cossío1
Todo el conjunto de pinturas volvieron a pasar por el taller de restauración del Prado en 1985, en las que Rafael Alonso volvió a realizar una limpieza y restauración de las mismas, devolviéndoles el aspecto que tendrían en su origen.
Las obras de acondicionamiento de la iglesia de la Caridad, han permitido que por un tiempo se puedan ver otra vez en el Museo del Prado y además nos ha permitido abordar las posibilidades didácticas en el curso que mencionábamos al principio.

Entre las posibilidades didácticas, en el curso se nos ha permitido conocer la labor del departamento de documentación técnica, de tal manera que nos han contado cómo se estudian los materiales necesarios para la producción artística, ya sean soportes, pigmentos o aglutinantes.



Asimismo, se desarrollaron una serie de talleres en los que aprender a trasladar a las aulas ese conocimiento técnico, desde las posibilidades de la biología, como son los materiales y la degradación de los mismos, como de la química, fundamentalmente para conocer el color y su conservación.






Todo ello además de una forma práctica, que siempre es tan necesaria para que la experiencia docente sea mucho más intensa y positiva.




De todo esto saco dos ideas fundamentales: es necesario la labor de difusión de los procesos técnicos que llevan a la conservación y restauración de los bienes culturales, para poder valorarlos en su justa medida; y hay que seguir apostando por usar a los docentes como correas de transmisión y los espacios públicos, como el Museo del Prado deben seguir dando ejemplo de esto.
[*] Quiero agradecer públicamente la labor que durante años ha desarrollado el Museo del Prado para dar cobertura a las necesidades de los docentes, de formación para conseguir incluir en nuestras aulas y materias los contenidos de las colecciones públicas del Museo y especialmente a la persona que se está ocupando de hacerlo posible: Enrique Pérez, al que quiero dedicar este artículo.
[1] La cita está extraída del artículo de Adolfo de Mingo Lorente «Los Grecos de Illescas» para La Tribuna el día 9 de noviembre de 2014.