Con la muerte, el 1 noviembre de 1700 en Madrid, de Carlos II de Habsburgo, se producirá un cambio dinástico que tendrá unas importantes repercusiones artísticas. La llegada de una nueva dinastía, encarnada el el joven Duque de Anjou, Felipe de Borbón, abre la puerta a un cambio en el gusto de la Corte que provocará la incursión de artistas franceses e italianos para realizar los programas cortesanos. El nuevo monarca no quiso o no supo comprender la especificidad del barroco hispano, sobre todo su corriente madrileña aunque sí que apreció algunos edificios, en general la arquitectura representativa de los Austrias no cumplía sus expectativas.

Siempre quiso tener en Madrid un palacio que representara el modelo de Versalles, lugar donde el propio Rey había nacido. Pero las circunstancias específicas del principio de su reinado retardaron estos planes hasta tener que abandonarlos por completo (ver post sobre este asunto aquí)
Su supuesto espíritu luchador, por los avatares personales vividos, pronto se convirtió en una profunda abulia y melancolía, que ocasionaron en el antes enérgico monarca el deseo del retiro de la vida pública y la meditación sobre la muerte. Al igual que había ocurrido con el César Carlos, buscó un paraje natural de especial belleza para su retiro, el bosque de Valsaín en Segovia, donde Felipe II había mandado hacer un palacio en el siglo XVI (ver post aquí). Felipe V contará con la inestimable ayuda de su arquitecto Teodoro Ardemans, que le proyecta un palacio dentro de la tradición hispánica y con un enorme protagonismo de la capilla, transformada en colegiata, que delata la preocupación del monarca por la salvación de su alma. El nuevo palacio de La Granja de San Ildefonso pronto quedará transformado por la intervención de arquitectos italianos, como Procaccini y Subisati, que enmascararán el primitivo núcleo de Ardemans, y por el papel protagonista de los jardines, trazados por Esteban Boutelou y René Carlier. La fachada a los jardines, diseñada por Filippo Juvarra y construída bajo la dirección de su discípulo Giovanni Battista Sacchetti venía a dar el empaque palaciego europeo que tiene La Granja, perdiéndose para siempre el aspecto original de Ardemans, pero dejando una obra espectacular.

El providencial, para Felipe V, incendio del Alcázar crearía expectativas en los arquitectos españoles. Los reyes podían designar a uno de ellos, sino para levantarlo de nueva planta, sí para reconstruirlo. Tenían el reciente ejemplo de la traza de La Granja en el más puro estilo de los Habsburgo. Pero en la mente de Felipe V no estaba la idea de reconstruir un edificio medieval apenas remozado por la fachada sur y que nunca llegó a apreciar, ni a entender en su grandeza (ver post sobre Alcázar aquí). Mientras que Felipe V encarga su nuevo palacio al italiano Filippo Juvarra (ver post aquí). Una serie de arquitectos y teóricos hispanos van a plantear una serie de proyectos, que han sido estudiados por Beatriz Blasco[1], y que demuestran la voluntad de los maestros españoles de vincular al arquitectura vernácula con la nueva dinastía.
En Mayo de 1735, Juan Francisco Galve da a la luz un escrito donde se critica a Arce y a su libro sobre la limpieza de Madrid. Galve señala que transmite los pensamientos de un tal “Don F” recogidas en un tratado donde plantea un proyecto de Palacio Real, que tendría una planta pentagonal de 320 pies por lado. Pudo estar inspirado en el perfil exterior del conjunto palaciego de los Farnesio en Caprarola, dejando a un lado la tradición vernácula de los alcázares cuadrangulares con torres en las esquinas. Es un modelo más cosmopolita, aunque Vignola está muy presente en toda la tradición española[2]. Este arquitecto anónimo opta por un modelo italiano, seguramente con la convicción de que hacia allí giraba ahora los vientos, tras la venida de la reina Isabel de Farnesio, el modelo que propone es además la villa de esta familia (los Farnesio) en Caprarola, puede que quisiera influir en los reyes con un proyecto que le fuera familiar a la reina. Además el proyecto está indudablemente pensado para el solar del Alcázar donde tendría un carácter defensivo fuerte.

Aprovechando la situación y para defenderse de las críticas de Galve, José de Arce hace un proyecto de palacio. Retoma el modelo tradicional de Alcázar, pero con cuatro patios, mediante un cuerpo de galerías porticadas, en una solución parecida al antiguo Alcázar, en la intersección ochavada proyecta la escalera. Al interior todas las estancias estarían alineadas entre sí para favorecer la creación de amplias perspectivas. Arce aprovecha la labor de Teodoro Ardemans y de la Princesa de los Ursinos en la reorganización del Alcázar a la llegada de los Borbones. Las formas de las habitaciones se adecuan a su función representativa o privada, con formas ovaladas, ochavadas, cuadradas o rectangulares[3]. Proyecto que se perfila como un intento de renovación de la arquitectura española[4]. En su planta está evocando el segundo proyecto de Robert de Cotte y el esquema tradicional del hospital renacentista, como el de Sta. Cruz en Toledo[5].
Para la fachada planea un orden compuesto y ricos materiales, renuncia al tejado de pizarra, cambiándolo por una balaustrada rematada por pirámides y esculturas, una influencia doble del Escorial y de Juvarra[6]. Plantea en el alzado dos sótanos y tres plantas. El primer sótano alberga despensas, archivos, bodegas tesorerías y todo lo relacionado a intendencia y suministro, yendo todo abovedado. En el segundo sótano, oficinas, covachuelas y secretarías. En la entreplanta baja, los consejos. Piso noble y el último piso, donde irían posadas y viviendas secundarias. Aprovechando la planta cruciforme se proporcionan alas independientes para rey, reina, príncipe, princesa e infantes. No alude a teatro, biblioteca ni salas similares[7]. El plan fechado el 20 de Marzo de 1736, carece de planos que expliquen la ubicación de las salas, o cómo iba a ser el alzado exterior, donde pretende conjugar placas de mármoles y jaspes de colores. En este proyecto Arce trata de aprovechar lo aprendido sobre los gustos del monarca, por las obras del Alcázar, y aplicarlo a una arquitectura totalmente hispánica, que da una solución híbrida, difícil de imaginarse por la conjugación de elementos tan dispares.
En 1740, Manuel Losada, ensamblador que había trabajado en las obras reales y que debía conocer todos los proyectos para el Palacio Real, que él consideraba inadecuados, publica un tratado donde propone un modelo de Palacio Real[8]. Para Beatriz Blasco, este proyecto es el “colofón a la larga controversia desatada en Madrid hacía muchos años por la profesionalización de la arquitectura y la intromisión de artistas extranjeros en la corte”[9]. También está relacionado con la propia idea que sobre el Palacio Real se tiene en el siglo XVIII, pues para Losada el “Palacio Real es una ciudad abreviada, con gran número de oficios y habitaciones para la Familia de un Rey, Emperador o Monarca. El Arte con que se ha de delinear un Palacio es, poder cautamente el Rey, ver, oír, y registrar; sin ser oído, especular las acciones de quantos individuos le habitassen, y saber quanto se practicasse y pasasse en los consejos, covachuelas y demás oficios”[10].

Plantea así un palacio con planta de cruz griega, que se genera a partir de un bloque cuadrado con torres en los ángulos, y que es el Palacio en sí mismo; y del desarrollo de un pabellón también cuadrado mucho mayor, entorno a cada uno de los lados de la cruz, así el pabellón Sur está destinado a cuarteles para soldados, el Este a cocinas y reposterías, el Norte a picaderos y caballerizas, y el Sur a cocheras. La composición en planta viene explicada a partir de indicaciones vitrubianas sobre la disposición de la ciudad y el palacio mismo[11].
El edificio central, como los otros cuatro, tenía cinco plantas perfectamente jerarquizadas en altura. Incluye un pequeño coliseo de comedias, que es en planta del tipo moderno, alejado de los viejos corrales de comedia.
No hay rastro de jardines o zonas de recreo, ni el más mínimo interés por entablar un diálogo con el espacio circundante. Concebido como ciudad en miniatura, donde el rey permanece oculto a sus súbditos, fidelidad a la tradición escurialense[12]. También se ha señalado la coincidencia en planta con el proyecto de Ribera y los antecedentes directos de modelos del XVI[13]. Para J. Gärms, el proyecto de Losada es una versión idealizada del proyecto de Juvarra[14].
En todos estos proyectos que no trascendieron, son evidentes el peso de la tradición escurialense, y un intento más superficial o estético, que verdaderamente profundo, de dar toques de modernidad, que evocasen el gusto real por la arquitectura italiana. Ninguno tiene la fuerza del proyecto de Ribera, ni su intento de adecuar la arquitectura española a la corriente internacional europea del último barroco.

[1] BLASCO, B., “El Madrid de Filippo Juvarra y las alternativas locales a su proyecto para el Palacio Real” Filippo Juvarra 1678-1736 (Catálogo-exposición), Electra, Madrid, 1994, pág. 45-104.
[2] BLASCO, B., ob. Cit., 1994, pág. 89-90.
[3] BLASCO, B., ob. Cit., 1994, pág. 91.
[4] BLASCO, B., ob. Cit., 1994, pág. 94.
[5] BLASCO, B., ob. Cit., 1994, pág. 98-99.
[6] BLASCO, B., ob. Cit., 1994, pág. 99.
[7] BLASCO, B., ob. Cit., 1994, pág. 100.
[8] RODRÍGUEZ RUIZ, D.,“Del Palacio del Rey al Orden español: Usos figurativos y tipológicos en la Arquitectura del siglo XVIII” El Real Sitio de Aranjuez y el Arte Cortesano del siglo XVIII, Madrid, 1987, pág. 294.
[9] BLASCO, B., ob. Cit., 1994, pág. 102.
[10] RODRÍGUEZ RUIZ, D., ob. Cit., 1987, pág. 294.
[11] RODRÍGUEZ RUIZ, D., ob. Cit., 1987, pág. 295.
[12] BLASCO, B., ob. Cit., 1994, pág. 103.
[13] RODRÍGUEZ RUIZ, D., ob. Cit., 1987, pág. 295. Ver también en el artículo de InvestigArt dedicado al proyecto de Ribera (aquí).
[14] GÄRMS, J., “El proyecto de Juvarra para el Palacio Real de Madrid” Filippo Juvarra, Electra, Madrid, 1994, pág. 240.