Estos días estamos asistiendo a uno de los acontecimientos culturales más importantes del año: la magnífica exposición dedicada a Hieronymus van Aeken Bosch (ca. 1450-1516) que se está celebrando en el Museo del Prado. El pintor neerlandés es más conocido en estos lares, que tan a menudo castellaniza los nombres, como El Bosco. La exposición viene motivada por cumplirse este año el quinto centenario del nacimiento del artista en el ducado de Brabante (actuales Países Bajos).

La muestra ha traído un selecto grupo de obras, entre las que hoy quiero destacar una: el tríptico de santa Wilgefortis, tabla procedente de la Gallerie dell’Accademia de Venecia. La obra ha sido objeto de discusión por su cronología, pues los estudios dendrocronológicos datan los robles usados para las hacer las tablas como cortados entre 1467 (laterales) y 1477 (central) por lo que no pudo ser utilizado antes de 1489. Nunca se ha discutido la atribución al pintor neerlandés y es además una obra en la que la iconografía es más clara y fácil de lectura. El tríptico está en las colecciones del Palazzo Ducale de la Serenísima desde, al menos, mediados del siglo XVII. En algún momento sufrió grandes daños por lo que ha sido intervenida en varias restauraciones, descubriéndose que para que saliera al mercado del arte, en algún momento se borraron los retratos de los donantes que estaban en las tablas laterales.

El tríptico representa en su tabla central el martirio por crucifixión de una santa, vestida con largo vestido que cubre sus pies. Los personajes que rodean a la misma adoptan posiciones análogas a las representaciones de la crucifixión de Cristo, siendo esta tabla una “especie de parodia” de aquella, en palabras de Caterina Virdis Limentani, especialista en la obra de El Bosco. En las tablas laterales aparecen un San Antonio Abad en meditación similar a la tabla de idéntico tema de Lisboa, y un monje conduciendo a un soldado.
Pero lo realmente interesante de esta obra es el origen de la iconografía de esta santa tan peculiar en los Países Bajos. Por un lado existen varios casos de santas martirizadas mediante el uso de la cruz, por lo que durante algún tiempo la discusión de los especialistas era sobre la identificación de la posible santa crucificada: San Julia martirizada en Córcega, Santa Ontcommer, Santa Eulalia de Barcelona o la propia Santa Wilgefortis. El problema viene porque el elemento que define la iconografía de Wilgefortis es que es una virgen barbada y la tabla del Bosco hoy en día es difícilmente apreciable la barba, bien porque se haya borrado con el paso del tiempo o en una restauración, bien porque se eliminara para evitar el rechazo del público italiano cuando la pieza pasó al mercado del arte.

El origen de la iconografía de la santa barbuda crucificada ha sido estudiada en profundidad (ver aquí). Pero queremos hacer aquí una breve recapitulación de su formación. Desde temprano se ha venido identificando con otras santas, como Santa Librada, cuyo culto se circunscribe a España, particularmente a la diócesis de Sigüenza (Guadalajara). Sobre todo en España por la aparición de un Cronicón en el siglo XVII, que venía a dar carta de credibilidad a las leyendas de origen centroeuropeo: éstas vendrían de la contemplación de las imágenes devocionales que reproducían una imagen de Cristo crucificado muy venerada en Italia por creerse debida a las manos de Nicodemo, uno de los primeros discípulos de Cristo. Esta imagen era el Santo Volto (Santa Faz) de la catedral de San Martín en Lucca. Respondía en realidad a una talla románica, fechada entre los siglos XI y XII, de un Cristo en majestad, coronado, con cuatro clavos y vestido con una túnica. Una de estas réplicas podría ser la famosísima talla de la Majestad Batlló del M.N.A.C. Cuando estas imágenes con un cierto grado de androginia llegaron a centroeuropa, no pudieron ser entendidas por la población que entenderían que se trataba en realidad de un doncella barbuda, creando así la leyenda definitiva.
Según ésta, Wilgeforte era una doncella convertida al cristianismo, hija de un rey portugués, que debía casar con un poderos príncipe pagano extrangero. Al haber consagrado su vida a Cristo, ella no quería casar, para mantener su virginidad, rogando a Dios un remedio para evitar el matrimonio. La aparición milagrosa de una larga y espesa barba la convertía en un ser repulsivo, evitando así el matrimonio. El padre de la doncella, enojado, mandó darle muerte crucificada para que sufriera el mismo martirio que Cristo.

Para dar credibilidad a la leyenda y para vincular esta advocación con la de Santa Librada, patrona de la diócesis de Sigüenza hasta mediados de los años sesenta del siglo pasado. Apareció publicado en Zaragoza en 1619 el Cronicó del Dextro. Texto escrito realmente por un canónigo español, haciendo creer que lo había hallado en la abadía alemana de Fulda y atribuyéndolo a Flavio Dextro, personaje citado por San Jerónimo (siglo IV) que le había escrito crónicas desde la Península Ibérica, en esta crónica se dan más datos de Santa Librada/Wilgefortis como que era fruto de un parto de novillizas, que el lugar de su nacimiento era la ciudad de Balcagia, que se asocia con Bayona (Galicia); que su padre era un rey portugués llamado Lucio Catelio Severo; su nodriza sería Santa Sila, y que recibió el martirio en Castraleuco (Portugal) en el año 139.
A la historia además se suma la leyenda del violinista pobre, que toca a la imagen de la santa y ésta le corresponde regalándole un zapato de plata, ante la acusación de robo sacrílego el violinista pide tocar otra vez frente a la imagen, que reacciona dándole el otro zapato y probando así su inocencia. Esta historia pasará a ser el elemento iconográfico más reconocible de la santa, junto con su barbado rostro.
Finalmente el culto a estas santas crucificadas fueron suprimidas del calendario litúrgico siguiendo los postulados del Concilio Vaticano II, que trataba de suprimir ciertos santos de tradición medieval cuyas vidas, obras y milagros estaban basados en datos poco fiables. Evidentemente una santa surgida de la confusión iconográfica de un Cristo crucificado no podía resistir ese filtro.

En numerosas páginas web y blogs se ha acabado etiquetando a Santa Wilgefortis como una santa queer, gay o transexual. No deja de hacernos cierta gracia que al ver el cuadro del Bosco en la exposición, su comisaria citara al icono eurovisivo de Conchita Wurst. Si no habéis ido todavía al Prado a ver la exposición fijaros en este tríptico o volved para verlo con detenimiento.
Muy oportuna la mención de Wurst. Este verano vimos a Santa Librada varias veces en Pontevedra: entonces me contaron su versión de la leyenda. Gracias.
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