HISTORIADOR DEL ARTE ¿UNA PROFESIÓN DE RIESGO? (II)

Historiadores del Arte que pobláis el mundo cuántas veces habéis sufrido la terrible escena que a continuación expongo:

-¿Qué estudias?

-Historia del Arte…

-¡Oh, qué bonito!… (un pequeño silencio)… ¿para qué sirve?… (un silencio incómodo)… no sabía que supieras pintar… (silencio absoluto)

A todos los que en este momento se os haya dibujado una sonrisa me entendéis. Es así, empezamos siendo una profesión de incomprendidos y terminamos por, o intentar explicar con cierta suficiencia en qué consiste realmente nuestra profesión, o simplemente sonreimos y seguimos. Porque todos en algún momento nos cansamos de esa retahíla o salmodia sobre qué bonito es estudiar Arte y que ellos lo hubieran hecho en vez de estudiar (póngase aquí lo que proceda) que es al final lo que hicieron por ser más práctico.

Recuerdo perfectamente cuando al edificio de Filosofía y Letras B o lo que es lo mismo la Facultad de Geografía e Historia de la UCM, le cambiaron los ladrillos de recubrimiento. sería allá por el año 1998. En esas fechas yo andaba ya por cuarto año de la Licenciatura de Historia del Arte, que en el plan de estudios de la Complutense (plan 93) estaba fijada en cinco. Habían andamiado toda la facultad para que los obreros sustituyeran el recubrimiento de ladrillos, que estaban en deplorable estado, por unos nuevos. Mientras asistíamos a una clase excepcional de la Dra. Dña. Estrella de Diego sobre Estética del Arte contemporáneo, los obreros cantaban una alegre tonada de las que estaban de moda en aquellos años, el comentario de la profesora de Diego sobre cómo el interior de los muros de la facultad son como una torre brillante donde los Historiadores del Arte nos recreamos en estudiar la Belleza y perdemos el contacto con la realidad exterior a la que nuestras preocupaciones les importan más bien poco, fue la primera constancia que tuve sobre lo ajeno que era el mundo intelectual de la Historia del Arte de la realidad cotidiana (claro que también dudo que tal cosa exista).

Con esta pequeña anécdota quiero introducir otro de los males que nos aquejan como colectivo:

2. El síndrome del <<Don Nadie>>:

Si eres un joven investigador lleno de ganas y proyectos, puede ocurrirte que como todo mortal no tengas una fuente de financiación acorde a tus necesidades, para ello se crearon las famosas becas FPU y FPI que no cubren ni con creces las necesidades de un investigador, menos aún en el campo de la Historia del Arte. En mi caso nunca obtuve ninguna de ellas. Pero como buenas ideas y proyectos atractivos siempre pueden lograr esa fuente de financiación junto con un amigo y colega que ya antes he mencionado por aquí, nos propusimos hacer un trabajo de investigación que diese como fruto una exposición. A los dos nos gustaba el campo del dibujo y buscamos un artista cuya producción y calidad mereciera ser conocida por el gran público. El artista elegido no fue otro que Sebastián de Herrera Barnuevo (os sonará si sois seguidores asiduos del blog: aquí, aquí y aquí). Con un proyecto redactado y mucha ilusión acudimos a la institución que más obra atesora del artista madrileño: la Biblioteca Nacional.

Portada del proyecto de investigación sobre Herrera Barnuevo.

Elena de Santiago, la por entonces responsable del área de Bellas Artes de la biblioteca, nos atendió excepcionalmente bien. Nos sacó alguno de los dibujos de Herrera para que pudiéramos contemplarlos en directo. Todavía me emociono cuando recuerdo el proyecto de Altar-Baldaquino para San Isidro, seguramente su dibujo más conocido. La riqueza formal y técnica del diseño de Barnuevo es difícilmente visible en una fotografía, el uso de aguadas de colores y toques de oro a pincel le confieren una plasticidad y riqueza fuera de lo común. Es un dibujo hecho para agradar, para gustar para ser elegido.

La Nacional estaba dispuesta a dejarnos el espacio y las obras, pero teníamos que buscar una fuente externa de financiación, ya que no entraba dentro de los presupuestos de la institución. Eran los años del boom inmobiliario y las entidades financieras y bancarias llevaban a cabo una labor importante de mecenazgo artístico así como de formación de colecciones artísticas. Así que con nuestro proyecto bajo el brazo tuvimos que acudir en busca de ese mecenazgo. En concreto le interesó nuestro proyecto a una conocida entidad bancaria, pero nuestros nombres no eran de relumbrón, por lo que nos conminaban a buscar el nombre de un especialista consumado y de prestigio que capitaneara nuestro proyecto.

Podíamos haberlo hecho, no sé que hubiera ocurrido, pero optamos por aparcarlos y guardarlo en un cajón a la espera de tiempos mejores que no han terminado nunca de llegar. No entendíamos que si el proyecto era bueno tuviera que llevar aparejado un nombre reconocido, era poner otra medalla más a alguien a quién seguramente le sobraban e impedía a nosotros el buscarnos ese hueco por el que asomarnos a la Historia del Arte.

3. el síndrome del <<marisabidillo>>:

Otro de los problemas que acarrean nuestro oficio, es la necesidad de aprender técnicas accesorias necesarias para no tener que depender de otro al llevar a cabo tu investigación. Al final acabamos recurriendo siempre a un amigo, porque necesitamos dibujos de alzados, plantas, secciones, reconstrucciones en arquitectura o retablística, y manejar programas informáticos. Pero la mayor necesidad viene de las imágenes, por lo que al final hemos de desarrollar destrezas en el campo de la fotografía. Y aquí hay dos opciones, tomártelo en serio y formarte, o ser un autodidacta que aprenda a base de prueba y error.

Yo soy de los segundos. Y mi primera experiencia en ese  campo no pudo ser más «desastrosa». Un amigo residente en Guadalajara necesitaba de alguien que le ayudara a hacer fotos a los fondos del museo de esa ciudad, sito en el antiguo Palacio del Infantado, joya de nuestro primer Renacimiento.

Con un conocimiento incipiente de la fotografía y una cámara réflex prestada me dirigí allí con toda mi buena voluntad. De repente me vi en una situación de verdadera responsabilidad, las fotos eran para el tótem de la Historia del Arte en España: Alfonso E. Pérez Sánchez. En un cuarto pequeño e iluminado por unos halógenos horribles nos iban sacando uno a uno una serie de cuadros fantásticos, que colocaban en un caballete frente a mi cámara con trípode. Con la función automática y rezando porque aquello saliera bien, yo iba dando al disparador..

profesor-perez-sanchez
Alfonso E. Pérez Sánchez. Foto: web Focus-Abengoa.

El momento de tensión se hizo todavía mayor cuando nos sacaron la pieza que más interesaba al profesor Pérez Sánchez, un Cristo crucificado del pintor Luis Tristán, discípulo de El Greco. La foto iba a ser incluida en una publicación, el sudor se congeló en mi frente y disparé la fotografía sintiendo por primera vez que era un «intruso» y que tenía una enorme responsabilidad.

Luis Tristán. Cristo Crucificado. Museo de Guadalajara. Foto: CERES

Cuando recogí los carretes revelados en un laboratorio profesional, sentí la punzada enorme de la decepción y la incredulidad… todas las fotos, salvo la del Tristán, estaban en un horrible tono amarillento. Casi con lágrimas en los ojos llamé a una amiga fotógrafa y me dio la clave: «¿Has usado un filtro azul para corregir la luz de tungsteno?». Era la primera vez que oía hablar de tal cosa…

Lo mejor de la historia es que al final la foto del Tristán, amén de haber salido mejor que ninguna otra, era válida para la publicación porque iba en blanco y negro, por lo que se eliminaba el problema de la luz de tungsteno.

Portada del libro sobre Luis Tristán donde aparece la fotografía del Cristo Crucificado del Museo de Guadalajara

En el texto del libro podemos leer acerca del cuadro de Guadalajara:

PÉREZ SÁNCHEZ, A.E.; NAVARRETE PRIETO, B.. Luis Tristán. Madrid: 2001. Catálogo nº 54 bis; Muy semejante al de Santo Tomé, con la cruz cuidadosamente escuadrada y el rótulo en castellano (JESUS NAZARENO / REI DE LOS IUDIOS)Presenta también amplio fondo de paisaje vegetal y urbano.
Identificado cuando este libro se hallaba ya en prensa. Inédito.; Catálogo de la exposición celebrada en 2001.

Desde ese momento me hice con un filtro y dediqué varias sesiones a hacer pruebas con él. De los errores siempre se aprende. Tras esta ocasión volví en el año 2007 para hacer otra vez fotos para mi compañero alcarreño. El resultado no pudo ser más diferente, aunque siguiera distando mucho de la perfección.

3 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Muy interesante, honesto y didáctico.

    Le gusta a 1 persona

    1. cipripedia dice:

      Gracias

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  2. Alberto dice:

    Así es, amigo.
    La verdadera cultura, más necesaria que nunca.
    Más que Pérez Sánchez, recomiendo los artículos de este profesor que conocerá porque es un nombre ilustre: Díaz Padrón.

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