En este mundo lleno de neologismos imposibles y ridículamente pedantes como: transdisciplinar, multidisciplinar, interdisciplinar, etc.; es de reconocer el mérito de tratar sobre la creación, en sus más diversas manifestaciones, como fruto de una época y un pensamiento independientemente del leguaje usado para ello. Es en el fondo en este concepto donde radica el significado oscuro de los neologismos anteriormente citados. Por ello creo que hay que empezar a romper los cajoncitos en los que vamos metiendo cada manifestación cultural, cada lenguaje creativo o cada pieza artística, porque el Arte o la Cultura es una o es diversa pero no se entiende sin todo el universo que le rodeaba en el momento de su creación. Yo en mi modestia trataré de dar mi impresión y mi opinión sobre la creación plástica “de ayer, de hoy y de siempre”.
El Arte es reflejo del momento, los valores que representa son los de la sociedad que ha encargado la obra. Pero además, el objeto artístico una vez realizado tiene su propia vida, su propia trayectoria y una valoración cambiante por las sucesivas generaciones. Y es labor de los investigadores, estudiosos y docentes el transmitir y difundir esos conocimientos. Una de la mejores formas es llamando la atención sobre ellos con las exposiciones temporales, montajes efímeros que sirven para trasmitirnos una idea. Pero si una cosa me ha quedado clara en los últimos tiempos es que hay que transmitir conocimiento.
Durante demasiado tiempo hemos sufrido la dictaruda del gusto, vienen condicionando nuestra visión del Arte sobre todo desde la Ilustración. Es de una banalización terrible, creo que todos caemos en ella en alguna ocasión, juzgar una obra desde ese parámetro. Es restarle valor, porque se trata concederle un valor sustentado en la subjetividad. Por esa regla de tres: ¿por qué valoramos más a Velázquez que a Francisco de Herrera «el Mozo»? Los dos son magníficos pintores y hay obras singularmente bellas de ambos… todos nosotros tenemos tendencia hacia algún estilo artista en concreto y también tenemos nuestros pequeños enconamientos con otros. Federico de Madrazo, gran pintor del siglo XIX español y director del Museo del Prado decía en 1881 del Greco: «No puedo arrojar del museo los cuadros del Greco» ya que para su gusto, las figuras del cretense le parecían «caricaturas absurdas». Para una visión del cambio de opinión sobre el Greco ver aquí.

«(…) El pintor Martín Rico, que ha escrito sobre el Greco, dice «Que el cuadro no es bueno y que se advierten manifestaciones estrafalarias», Ceán dice que «el tal cuadro de San Mauricio es duro, desabrido y extravagante». Dios me perdone el atrevimiento de no opinar como el gran Felipe II, así como Martín Rico, ni mucho menos como Ceán. Considero que el cuadro el martirio de San Mauricio es una de las obras pictóricas más bellas y sugestivas que se han podido crear en el mundo, y asombra pensar que la imaginación de un artista puede concebir valoraciones tan extrañas y vigorosas y al mismo tiempo tan armónicas e ideales. Greco no era loco, ni enfermo de la vista; Greco pintaba de esa forma porque tenía un sentimiento especial en el modo de concebir el arte religioso, sentimiento que respondía a la época en que vivió su fe (…)»
Ramón Pulido, La pintura religiosa, en El Globo, Madrid, jueves 21 de octubre de 1915.
Estamos tan sometidos a la dictadura del gusto, que la falta de éste, es decir el disgusto, es la única excusa necesaria para que de forma totalmente anónima y sibilina cualquiera de nosotros logre censurar una fotografía en una red social como Twitter (para saber más de este tema recomiendo ver aquí, aquí y aquí) Sólo la falta de conocimiento, primero del inquisidor denunciante, seguido del supervisor de la red social, puede explicar de forma satisfactoria que se censure La Venus del Espejo, como si otra sufragista de moral restringida volviera a acuchillarla de nuevo (ver historia aquí).
Alguno de los lectores puede pensar que mi reflexión es fruto de cierta postura snob o elitista y seguramente no les falte cierta razón. Pero aún así creo que hay que defender una mayor implicación educativa, didáctica, acerca de las obras de Arte, de Literatura, de Música, etc. y sobre todo potenciar su conocimiento. Y como dice la letra de la canción son «malos tiempos para la lírica…» Las sucesivas leyes educativas y los currículos adscritos a ellas dan cada vez menos peso a las humanidades, en particular al Arte y la Música. Por lo que el esfuerzo por lograr la comprensión y el reconocimiento es cada vez mayor. Sólo hay que ver cómo estamos utilizando sólo criterios económicos para justificar la destrucción del patrimonio arquitectónico de Madrid (ver caso Torre España y Wanda, por ejemplo)

«(…)En la obra feroz de demolición que hemos visto llevar a cabo en todos los órdenes del humano conocimiento, hemos tenido que presenciar como la ignorante piqueta de los revolucionarios filosóficos era blandida sobre la estética tradicional, cuyos cánones habían sido formulados por grandes genios intelectuales y consagrados por no menos grandes genios artísticos y literarios. Para ciertos pretendidos críticos es ya de mal gusto alegar los cánones estéticos y especular sobre la belleza artística. Saben los tales que la belleza no existe fuera de nosotros(…)».
Giusti, El sentido del gusto y el gusto artístico, en Diario de Barcelona, sábado 21 de marzo de 1908, núm. 81
Un posible canto de sirena lo encontramos en el campo de las exposiciones temporales de Arte. El esfuerzo de difusión y educación que hacen las instituciones, museos, etc. para dar a concocerlas es formidable, y en todas y cada una de ellas suele haber herramientas para la comprensión total de la obra y del sentido de la exposición. Pero da la sensación que los programadores culturales no quieren conocimiento sino exposiciones con largas colas donde se pueda hacer eco la prensa de ese hecho, que pasa a eclipsar así el propio contenido de la exposición; por lo que siempre que veo largas colas ante una exposición no dejo de pensar que mucha de la gente que espera horas, lo hace por una especie de obligación cultural, porque es lo que hay que ver. En estos casos la figura artística, las piezas y el discurso expositivo quedan banalizados.

Para lograr una buena difusión cultural y una profundización en el conocimiento es fundamental que se ahonde en la educación plástica, visual, artística y musical para que se entienda y comprenda el papel desempeñado por los artistas dentro del contexto de su época. El caso paradigmático es el de la vanguardia, la punta de lanza de la creación nueva, fruto de una época cercana, que debía ser más asequible al gran público pero parece poco comprensible (ver post dedicado a la abstracción aquí). Teniendo en cuenta el valor que a las disciplinas artísticas se le da en la sucesivas reformas educativas y que la tendencia es a dárselo cada vez menos, pues ya no tienen cabida en el hombre/mujer contemporáneo, ahora que hay que emprender y no apreciar, es momento de reforzar el conocimiento y esperemos que se pueda evitar este garrafal error pronto.

Un comentario Agrega el tuyo