OTRA HISTORIA DEL 14 DE ABRIL. LA DESTRUCCIÓN DE LOS REYES Y REINAS.

Ya hemos comentado anteriormente (aquí y aquí) cómo cuando hay movimientos sociales convulsos, los monumentos públicos pueden verse afectados al recibir las iras o las protestas de los grupos más exaltados, en muchos casos, por lo que los monumentos significan o los valores que destacan y contra los que se alzan las protestas. Por eso, hoy 14 de abril, quiero traer una historia que también cuento en Sobre el pedestal y que tiene como trasfondo, las exaltación por la proclamación de la IIª República el 14 de abril de 1931:

Los estallidos sociales han venido normalmente acompañados de actos que contengan una gran carga simbólica, cuando contra lo que se lucha puede estar identificado con un símbolo, en forma de monumento público, es normal que en el momento de exaltación durante las reivindicaciones alguien piense que es buena idea derribar, mancillar o simplemente eliminar ese símbolo como si tuviera una suerte de conexión con aquello que representa. En ese sentido quiero recordar varios ejemplos con la proclamación de la Segunda República. Por un lado, me gustaría contar los altercados que provocaron en la ciudad de Logroño la destrucción de seis de las esculturas de piedra blanca de Colmenar de los Reyes de España para el Palacio Real de Madrid, en ese caso la destrucción de aquellas estatuas ponía de manifiesto la voluntad popular de acabar con la institución monárquica representado en aquellas figuras.

Esas esculturas formaban parte del gran grupo de reyes que se hicieron para coronar la balaustrada del Palacio Real Nuevo de Madrid, diseñado por Giovanni Battista Sacchetti y que suponía una genealogía de Reyes desde los godos hasta el rey reinante del momento Fernando VI y que Carlos III, el primer inquilino del palacio, mandó bajar. Han corrido ríos de tinta acerca de si realmente se bajaron o no las esculturas, si simplemente no se llegaron nunca a subir, pero hay constancia documental de que sí que se colocaron, incluso hay constancia gráfica, pues en las vistas del Palacio Real que hace el pintor Antonio Joli, se pueden observar. También surgió una leyenda, que, como todas las historias de este tipo, no se basan en datos concretos y no pueden ser tenidas en cuenta, que cuenta que la bajada vino por una petición de la Reina Madre, Isabel de Farnesio, que soñaba que se le caían sobre la cabeza, he llegado a leer que en realidad era una suerte de venganza porque ella, Isabel, no estaba incluida en la serie de estatuas al no ser la madre de Fernando VI. Seguramente la decisión es más estética que simbólica, pues el perfil del palacio con las esculturas era mucho más movido, más barroco y se alejaba del clasicismo sobrio que estaba empezando a imperar en las arquitecturas áulicas. Sólo las esculturas de los cuatro emperadores romanos que se les asignaba orígenes hispánicos siguieron en el Palacio, aunque no en la fachada sur, sino en el patio: Trajano, Teodosio, Arcadio y Honorio. Las 108 esculturas monumentales se guardaron en los bajos del Palacio Real, en las bóvedas del lado norte, que salvaban el desnivel por ese lado del palacio.

Esculturas de reyes en la Plaza de Oriente.

Las esculturas llevaban la identificación en la basa de la balaustrada, no en la propia escultura por lo que fueron guardadas sin identificar. Tener más de cien esculturas en piedra monumentales de reyes antiguos sin identificar en las bóvedas del Palacio debió ser seguramente un problema, por lo que pronto se vio la posibilidad de usarlas con fines ornamentales en otros lugares, comenzará así un curioso baile de estatuas que las llevará a diferentes localizaciones y que además provocará que se identifiquen y renombren en algunos casos sin seguir un criterio certero y actualmente hay varias que repiten el mismo nombre.

Logroño. Vista de paseo del Espolón con las esculturas de los reyes. Foto: El día de la Rioja.

En 1787 se trasladaron ocho para ornar la ciudad de Toledo y un año más tarde cuatro más a la ciudad de Burgos y una a las inmediaciones del monasterio de El Paular, en la sierra de Madrid. Ya en el siglo XIX, entre 1821 y 1841 se llevarán cuatro a Vitoria, cuatro para Aranjuez y doce para situar en diversos lugares de Madrid. Además seis fueron enviadas a Logroño y colocadas en el paseo del Espolón en 1858. Éstas fueron destruidas en los altercados por motivo de la proclamación de la II República en 1931.

La plaza de Isabel II con la escultura original de José Piquer. Foto: Caminando por Madrid.

Algo parecido pasó en la ciudad de Madrid con la escultura en bronce de Isabel II que desde principios del siglo presidía la plaza del mismo nombre, popularmente conocida como Ópera. La escultura de bronce se hizo siguiendo el modelo del escultor José Piquer en 1850 y estuvo en diferentes emplazamientos hasta que volvió a ocupar su pedestal en la plaza en 1905.

Escultura de Isabel II en la actualidad. Foto: Una ventana desde Madrid.

Con la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931, un grupo de exaltados derribaron la estatua de la reina y la arrastraron hasta el convento de las Madres Arrepentidas, en la calle de Hortaleza, algo más de un kilómetro de distancia. El acto, además de destruir la imagen de la reina, que era la abuela del monarca que estaba partiendo al exilio, se hacía broma con el hecho del arrepentimiento que debían de tener los monarcas por su vida y el nombre del convento en el que dejaron la escultura a las puertas, que era una institución encargada de recoger a mujeres de la calle, dedicadas a la prostitución y procurarles un matrimonio o su ingreso en un convento como monjas.

Antiguo convento de las Recogidas de Santa María Magdalena, actual sede de UGT. Foto: wikipedia.

Según otra fuente, el diario ABC en su edición de la mañana del 15 de abril, comenta otra versión con parecido resultado:

«Los grupos recorriereon las calles durante la noche, lo mismo que lo habían hecho durante el día, y las vías preferidas por los manifestantes fueron las que ostentaban nombres significativos de realeza. Así recogieron la plaza del Rey, la de Oriente, la de Isabel II, la calle de la Reina, la de las Infantas y otras análogas. En todas estas calles grupos provistos de escaleras arrancaron las placas que daban nombre a las vías y las substituyeron por carteles de papel, en los que figuraban nombres a capricho de los que integraban los grupos. Se pusieron nombres de Galán, de Franco, de García Hernández y, en general, de todas las figuras que más se han destacado en estos últimos sucesos.

Un grupo numeroso de manifestantes se dirigió a la plaza Mayor, y varios de ellos llegaron hasta la estatua ecuestre de Carlos III [sic.], que, después de muchos esfuerzos, lograron derribar. Los del grupo trataban de arrastrar la estatua hasta la Puerta del Sol, pero el peso de la estatua se lo impidió y quedó ésta, por lo tanto, en la plaza.

Exaltados republicanos sobre la escultura derribada de Felipe III de Gianbologna en la Plaza Mayor. Foto: Madrid en ruta.

Por las calles recorrió, durante las primeras horas de la noche, una comitiva, que representaba un entierro.

También se dirigieron numerosas personas a la plaza de Isabel II, donde arrancaron la estatua. Esto ocurrió a las diez de la noche. La estatua fue arrastrada hasta la Puerta del Sol, donde quedó hecha pedazos por los manifestantes»

Isabel II por José Piquer. Mármol. Vestíbulo de la BNE. foto: cipripedia.

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